Del 24 de diciembre al 6
de enero hay un período que muchos odian, a otros les encanta y otros tantos
ven con ojos indiferentes, a la navidad se le llama de todo: falsedad, ilusión,
magia, consumismo, hipocresía, inocencia, amor, reencuentro… pero en realidad,
desde mi punto de vista, la única palabra que puedo asociar ahora mismo con la
navidad es “familia”.
Porque una calle llena de
luces, música navideña, todo rojo, blanco y verde, árboles y demás, no tienen
ningún sentido si no tienes a los tuyos cerca. No importa cuántos regalos
compres, o cuánto dinero te gastes, porque lo importante no es lo que compras,
sino para quién lo compras, o lo que cenes esa noche, sino con quién lo cenes.
Y es grande el desamparo
que siente un español en Londres el día seis de enero. Aquí no hay niños en los
parques estrenando sus coches teledirigidos, ni paseando con sus familias, ni
pedaleando por primera vez en su reluciente bici del decathlon. Ponle la marca
que quieras, el precio que quieras, la edad recomendada y las instrucciones de
uso que sean, lo importante no es el juguete, o la ropita nueva, lo importante
es la cara que se le queda al que lo recibe y la sonrisa que viste el que lo
da.
Pero sin embargo, hay
métodos para olvidarse del desamparo, para acercarse un poco más a los que
están lejos y a los que están cerca, y el servicio de correos de su majestad es
estupendo para ello.
También, claro está, están tus compañeros de exilio, aquellos que nos quedamos por motivos diversos en Londres el 25, el 31 o el 6 y que, como irreductibles íberos no nos dejamos achantar y nos traemos la navidad con nosotros.
También, claro está, están tus compañeros de exilio, aquellos que nos quedamos por motivos diversos en Londres el 25, el 31 o el 6 y que, como irreductibles íberos no nos dejamos achantar y nos traemos la navidad con nosotros.
Son curiosas las
preferencias, y es que en navidad fuimos cuatro, mientras que en Nochevieja nos
reunimos catorce, y bueno, ya para reyes estaba todo el mundo.
Eso sí, nada de privarse
del sabor de los dulces navideños, el jamón, el queso, el solomillo, las
croquetas, los canapés, la tortilla… todo gracias al lovely flat y sus
ocupantes, una especie de comuna hippie, sin hippies, pero con mucha comuna.
Corrió el Lambrini, la
cerveza y lo que se nos puso por delante, y el 31, yendo ya bien cargaditos,
nos fuimos a felicitar a su majestad el año nuevo en el Buckingham Palace con
unos espectaculares fuegos artificiales. Y ni boxing day, ni newyear’s day en
muji fueron capaces de reducir a menos de 11 horas la fiesta de año nuevo, que
se dicen pronto, pero se pasan volando.
Y la noche de reyes, en vez de acostarse tempranito nos pusimos finos de
pulpo a la gallega, gulas, raxo, patatas alioli y croquetas de jamón en el
(atención) centro gallego de Londres, con concierto de gaita, muñeiras y
queimada con conxuro incluido, a grito de Luuume! En una noche de reyes que
nunca me hubiera imaginado.
y es tener noticias de cierto paquete procedente
de oriente que tiene que llegar en breve a Málaga y que me va a tener en vilo
hasta el último día.
Además, en una semana
llega mi querida leti, que va a hacer carrera como diseñadora artística en
tierras británicas como una campeona, aunque al principio tenga que lavar todos
los platos entre tottenham hale y Chelsea.
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