miércoles, 9 de marzo de 2011

La aventura de llegar: Bremen – Bielefeld – Colonia - Bielefeld.


La primera semana de mi Erasmus ha estado marcada (como supongo que suele ocurrir) por la incertidumbre, pero también (Como supongo que también ocurrirá) por la emoción de todo lo nuevo que va apareciendo por el camino.

En mi caso, la incertidumbre tiene forma de despedida, de coche abarrotado, de cama supletoria en la habitación de un amigo y de universidad enorme con pinta de fortaleza futurista donde se podría haber grabado Metrópolis 2 (en caso de duda, consultar wikipedia)

Mientras que la emoción se parece más a una carta preciosa, un grupo de italianos de lo más entretenidos, tres ciudades completamente nuevas, tres idiomas diferentes para practicar, con un carnaval de por medio y bicicletas por todas partes.

La llegada a Bremen fue una visita turística relámpago con Marta. La verdad es que la ciudad es muy bonita y el centro apropiadamente pequeño. En un par de horas ya lo habíamos visto entero y nos había dado tiempo a estar un rato descansando.

Luego, una vez ella puso rumbo a Holanda, David hizo de perfecto anfitrión y me llevó ya mas tarde de juerga por el centro, donde hay cervecerías que hacen su propia cerveza, que al parecer es una costumbre en Alemania.

Terminamos la noche lanzando piedras contra un lago helado que sonaban como rayos láser, cosa que volvimos a hacer al día siguiente justo antes de que saliera mi… ¿Tren? Noooo, había algo mucho más interesante.

David me había conseguido a través de una página de internet el contacto con un tipo que iba a Bielefeld desde Bremen en coche a las cinco de la tarde y decía que me llevaba por diez euros, mientras que el billete de tren me salía por veintiséis. De hecho, David también tenía previsto un viaje similar a otra ciudad una hora antes que el mío. El suyo no apareció, pero el mío sí. Para llevarme a mí y a otros tres tipos de una complexión parecida a la mía.

Y así, apretado, descubrí las famosas autopistas alemanas con sus tres carriles y su ausencia de límite de velocidad. Un coche familiar con cinco personas dentro, además de las maletas, adelantando a dos camiones a la vez a 170 kilómetros por hora, no digo más.

El caso es que llegamos, y Jonathan me esperaba en la estación para llevarme a la residencia, dejar las maletas, conocer a sus amigos e irnos todos juntos de fiesta Erasmus. Al parecer, un cumpleaños. Muy divertido, conocí a los italianos amigos de Jonny, como lo llaman ellos, a una bióloga molecular alemana que me prometió que no sabía nada de hacer clones y a mucha más gente que tendré que ir recordando poco a poco. El caso es que en medio de la música la pregunta se repetía una y otra vez: Mañana te vienes, ¿no?.... ¿A dónde?

A colonia, al carnaval. Con una catedral impresionante aunque poco sacra teniendo a una multitud bailando todos disfrazados justo en la puerta. Aunque todas las chicas que iban con nosotros vestían de monjas (o suoras, según los italianos) y Jonathan iba de ángel con su Parrucca robada. Todos los bares se habían puesto de acuerdo con la misma música folklórica alemana, y los disfraces eran de lo más variopintos y divertentes. Como la chica-píxel, vestida entera de cuadraditos de colores y mucha cara: ¿Y tú de qué te ríes?

¿Cómo que de qué me río?

Abrió tanto los ojos que creo que me había tomado por un alemán cualquiera, si es que uno sabe mezclarse…

Y en fin. El resto ha sido descanso, trámites importantes como conseguir la llave de mi habitación, hacer compras, papeles y demás no tan interesantes pero sí muy útiles y necesarias mara mis próximos cinco meses de vida en la ciudad que no existe, aunque empiezo a sospechar que no es así.

Seguiremos informando, por ahora… tschüss a todos!!

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