jueves, 7 de julio de 2011

Estocolmo/ Uppsala, Mi hermana Sueca.








Mi hermana sueca es una chica práctica, tranquila y sincera. Es clara en la intención y en las formas, no le gusta complicarse la vida, le gusta ser feliz, reírse y dormir, sobre todo dormir. En su habitación hay pocas fotos, pero muy significativas, está tremendamente desordenado, pero huele muy bien, es una científica, Bióloga investigadora en un proyecto secreto que seguramente subvenciona el ministerio de defensa o el FBI, o quizás el servicio de inteligencia británico, quién sabe.


Pero, además de todo eso, es una chica estupenda con un corazón a prueba de balas y de productos químicos, repartido entre algunos Huércanos, incluido un proyecto de adulto en miniatura, un montón de Sánchez y Veras, entre los que me incluyo, y otros apellidos, nombres, pronombres y adverbios para los que tiene habitaciones reservadas.

Durante esta última semana me convertí en okupa compartiendo habitación con ella, cosa que no hacía desde hace casi 24 años, aunque hayamos crecido un poco y ahora tengamos algo más de conversación, en esencia me alegran los paralelismos de este tipo.

Llegué como suelo llegar, casi a escondidas, avisado pero de improviso, y sin plan establecido me dejé llevar por los canales de Estocolmo, el gran lago, los túmulos Vikingos de Gamla Uppsala… Además de conocer a Daniel el Venezolano, un gran tipo, y María la sueca del todo, una gran desconocida.

Fuimos a visitar el Museo Vasa, un edificio construido alrededor de un barco que fue el más grande de su época durante los cerca de diez minutos que tardó en hundirse en la Bahía de Estocolmo, y es que el rey sueco de aquel entonces quería más y más cañones en su barco, cambiando los planes a última hora, y claro, eso se puede hacer en una visita turística, pero está demostrado que cuando se trata de construir un galeón, mala cosa.


Pero algo bueno tenía que tener, y es que a mediados de los noventa consiguieron reflotar el antiguo pecio y llevarlo al muelle para, tras un larguísimo proceso de conservación, disponer de una reliquia casi intacta y convertirlo en uno de los mayores reclamos turísticos de la ciudad.

También Fuimos al ayuntamiento, donde se celebra cada año la ceremonia de los premios novel, y subimos nos subimos a lo alto de la torre para echar dos millones y medio de fotos a esta impresionante ciudad.

En Uppsala el tiempo no acompañó demasiado, por lo que no pudimos alquilar los Kayak que queríamos, pero sí hicimos una ruta senderista de lo más entretenida entre los frondosos bosques suecos. Además me dio tiempo a visitar por mi cuenta Uppsala, e incluso de ir a la biblioteca mientras ella investigaba en su laboratorio, el cual me enseñó al día siguiente, para después tirarme un chorreón de nitrógeno líquido de ese que congela las cosas al instante. (Luego me enteré de que sólo lo hace si sumerges esa cosa durante diez minutos o más completamente en el líquido, que si te salpica se evapora en unos segundos y no hay ni que limpiarlo, pero claro, así quedaría menos dramática la cosa, así que yo Chitón.)

Y el último día volvimos a Estocolmo de nuevo, esta vez para ir al Scansen, un parque temático/ histórico con casas tradicionales de toda Suecia, en las que puedes encontrar un taller real de soplado vidrio, un talabartero que trabaja el cuero, una (esto le va a encantar a mis padres) ferretería clásica, Pastelerías, alfarerías, reproducciones de casas de todas las clases sociales, tejedoras de tapices, granjeros… y una cantidad enorme de animales típicos de la región, de los que podemos destacar el alce, las focas, los lobos y, por fin, de una vezpor todas el CARCAYÚ. Porque existe, y ahora tengo la prueba definitiva, pasen y vean.



Además conocimos a la prima de Chip y Chop, tomé la seria decisión de vivir parte de mi vida en un barco, hicimos un estudio estético del mito de la suecas buenorras y conocí el día sin noche del verano tan cerca del polo, vamos, casi ná.

Al final despedida en la estación, con la promesa de vernos dentro de unos veinte días en casa y con unos espetos por delante, un paseo por el barrio antiguo. Horas de autobús, tren y avión, y una noche en el aeropuerto para terminar llegando a casa a las 10:30 de la mañana con la conclusión simple, pero clarísima, de que si es para visitar a mi hermana y más en esas ciudades. Merece, y mucho, la pena.

sehe dich zu hause! ich miss dich, Schwester!



Tschüss!

No hay comentarios:

Publicar un comentario