domingo, 27 de marzo de 2011

Bicitar Berlín (Mis dos romanos favoritos)


Un desastre, definitivamente, es el adjetivo que mejor me define, pero un desastre gracioso y con suerte, con mucha suerte.

Llegué a Berlín una hora y media más tarde de lo previsto después de seis horas de autobús, y allí estaban Guille y Cristi con su enorme paciencia en la puerta sur de la Haupbahnhof esperando al Bielefdeño, es decir, un servidor.

Ni que decir tiene que para ir a ver Berlín la mejor compañía que puedes buscar son una historiadora del arte y un arquitecto, además de un experimentado Erasmus que hable un perfecto alemán. Poco tardaron en darse cuenta esta gente de que nuestro trío sólo cumplía dos de los tres requisitos, y es que me faltan aún algún tiempecillo (uno o dos años) para poder defenderme de verdad en alemán, pero bueno, un 66,6 período de perfección no es un mal porcentaje.

Ver Berlín en dos días no es tarea fácil, pero gracias a la diligencia y a las bicicletas conseguimos visitar Lugares tan dispares como El estremecedor museo judío, el tremendo museo de Pérgamo. Los monumentos más destacados de la ciudad: La puerta de Brandenburgo, el Parlamento, la catedral, la Postdamer platz, el monumento del holocausto,la torre de la televisión, la Biblioteca nacional, la galería de arte moderno… y una galería urbana llena de auténticas obras de arte que no figuran en ningún itinerario oficial, pero que me encantaron igual.

No está mal, eh? Pues no lo he dicho todo, mi memoria es patética, todos lo sabéis.

Tal y como dice Guille, Berlín es una ciudad que vive en su siglo, y muy bien dicho. Todo allí rezuma elegancia, modernidad y buen hacer. Los edificios antiguos (los pocos que sobrevivieron a la guerra) están perfectamente bien integrados con los modernos, cualquier edificio es una excelente obra arquitectónica, incluida la propia estación, que parece salida de futurama con sus cinco niveles y sus innumerables andenes interconectados.

Pero nuestro medio de transporte por excelencia en la capital alemana ha sido sin duda la bicicleta. A la cual Cristi ha conseguido dominar un poco más desafiando a farolas, bordillos y buzones. Felicidades!!

Y no puedo terminar este post sin dedicar un párrafo al hotel más extraño en el que he estado nunca, a la casita en medio de una de las plantas, de la esquiva puerta tres, del castillo y del trovador. Ese tipo de cosas que le hacen pensar a uno: ¿dónde me he metido? Pero que sin duda lo hacen mucho más divertido que un hotel anodino y normal.

Me alegra haber vuelto a ver a estos dos personajes, aunque nuestra despedida haya sido así de frenética corriendo para no perder el tren mientras soltaba un “bueno chavaleeeees…”

Espero que hayáis disfrutado de Berlín tanto como yo. Si puedo, os haré una última visita a Roma antes de terminar el año.

Hasta entonces… stchüss!


1 comentario:

  1. jajajajaja te estoy imaginando corriendo y me da la risa!! :D Qué maravilloso es todo ^^

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